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lunes, 19 de diciembre de 2011

Día 6. Miquiztli.

Asentamientos de las viejas culturas, sirven de palabras.
Ojos educados que entendieron la subversión del verbo
como siempre,  el amanecer de tus sentidos.
Si escondo el lapicero, no esculpo…
¿Os vais?
-Aquí no respetan la distancia que separa
y divide a quien arría banderas.-
Desolación primitiva que me invade.
Mis manos y un lápiz, brota el corazón.
Palabras que vuelven a volar,
atravesando océanos sin fin,
como cuando navego con tus letras,
demuestras que tu amabilidad es como la palabra;
y vuela… y navega… y camina libre.
Trocitos de México y el Alebrije  Bizi
ejerce de parlamentario.
Y con él tu postal del gran Ejercito Zapatista,
rompiendo muros frente al abismo
trayendo ternura, corazón y rebeldía
en tu morral de Resistencia.

Ahí… desde Juárez,  comiendo dulces,
 hasta el País de los Vascos
-Euskalherria-
la tierra prohibida.
Por un camino de letras,
donde son de azúcar las nubes,
…y siempre rojas las estrellas.

Para mi amiga Miquiztli Haizea (México).

martes, 13 de diciembre de 2011

Sueño Que Vendrás.



Muéstrame con tus manos el ritmo atemporal de tus pasos en Santa Clara,
talentos impregnados de esencias que leyéndote traspaso
con cada gota que la lluvia de tus letras me trae,
en Sierra Maestra frente a la tempestad del tirano Batista.
Tus aires en Bolivia dibujan Libertad
y te sientes querido
allá por donde respiras el aire de la integridad solidaria.
Siempre fiel al pueblo,  aboliendo ruines Barrientos.
con la hegemonía de tu palabra y la honradez de tu Browning.
Por la emancipación de los pueblos y
ZAS!!...
América Latina y el mundo te lloró;
nos dejaste bajo el tentáculo de Eisenhower y sus lacayos que
desde entonces con total impunidad juegan a la guerra
arrancando vidas en cualquier recreo del mundo.
Con disfraces de paz se visten las élites imperialistas,
de Nixon a Carter y de Bush a Obama, BM y FMI,
con disfraces de dólar, los mercados alimentan la miseria más inhumana
y con misiles acabaron con la paloma de la paz
que ahora, junto con tu retrato en camisetas
sirven a ingenuos con banales modas.

…entonces Camarada,
cierro las hojas y sueño que vendrás a cambiar la tristeza de los pueblos.

Dedicado a Ernesto Guevara "El Ché", un ejemplo de hombre libre.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Gracias Amigos...

Le había sorprendido mucho ver aquellos niños jugando en la misma orilla del Gave. Jean Claude es una persona cautelosa y muy culta, siempre ha imaginado conjeturas accidentales y por eso siente como su subconsciente le tira y afloja unas riendas que desde niño habitan en su cabeza. Él aplica intuiciones a todo lo que le rodea. La ciudad donde vive Jean Claude se llama Pau y es una preciosa villa medieval francesa predispuesta a imaginar la vida rural de la época en la que los pastores trashumaban con su ganado a lomos de caballos o andando con hogazas de pan y queso en sus morrales. Jean Claude murmulla improperios mientras caminamos por la puerta principal del gran castillo de la ciudad. Existe una tradición en la que, una vez al mes, los habitantes de Pau hacen un mercadillo con todas esas cosas que tienen por casa y que ya no necesitan. Para ello, ocupan una de las calles aledañas al castillo. Quizás se trate de una emancipada costumbre rescatada del siglo XIV, cuando en los mercados se intercambiaba el poco excedente de alimentos o productos artesanales.
Yo siempre he dicho que nunca me acostumbro a los horarios “gabatxos”, por eso cuando paso temporadas allí casi siempre pierdo la cadencia del día y de la noche,  y eso mi tripa lo suele notar. Por eso Garance -la compañera sentimental de Jean Claude-, me ofrece infusiones y remedios naturales. Cuando estoy con ellos, siempre invitan a hospedarme en una de las habitaciones más altas de su increíble casa y desde allí, desde el solárium, veo los Pirineos sentado en una antigua mecedora mientras degusto la infusión que diez minutos antes he preparado con Garance en la cocina. Cuando me siento allí me invade la melancolía ya que parece que nunca ha pasado el tiempo, es todo antiguo, hasta el olor. Y ya no hablo del olor a tabaco de pipa que fuma Jean Claude que es un aroma embriagador y romántico como él mismo.
La casa de Garance y Jean Claude es increíble, tiene un pasadizo secreto; se trata de una chimenea situada en la segunda planta y en la que previa limpieza de las cenizas, levantas una chapa y posteriormente apartas una serie de antiguos ladrillos refractarios que hacen de base, cuando los retiras, hay que levantar una palanca y girarla como si de un pomo se tratara, entonces se abre hacia arriba una puerta de unos sesenta centímetros cuadrados. Hay una escalera que te hace bajar dos metros a un claustrofóbico pasillo de poco más de medio metro de ancho por cuatro de largo y al final hay otra escalera diminuta que te hace bajar unos seis metros hasta un habitáculo enorme, imagino que deben de ser los cimientos de la casa. Garance me cuenta que en la invasión alemana, sus padres y abuelos pasaban las horas muertas allí. Yo alucino con sus historias y con el traje de un oficial alemán que utilizó la resistencia francesa para alguna de sus acciones. Hay viejas cartas, partituras musicales, muchos libros en francés, alemán y he visto algunos en español como uno de Federico García Lorca, tres camas, muchas herramientas y unas maderas superpuestas que hacen de armarios y albergan ropa, mucha ropa antigua, zapatos y ropa de cama. Cuando he bajado siempre lo he hecho con Garance ya que a Jean Claude le puede más que a mí la claustrofobia. 

 
Hace unos años, cuando me hablaron del pasadizo no me lo creí, luego he llegado incluso a ponerles un sistema eléctrico de luces, un deshumidificador y también les soldé parte de la segunda escalera ya que la humedad había hecho de las suyas en uno de los travesaños. 


Cuando terminé de hacerlo todo, mis dos grandes amigos; Jean Claude y Garance, me regalaron el libro de Lorca. Yo acepté el regalo con mucha ilusión y también les propuse que el libro se quedara donde ha permanecido tantos años, allí con la oscuridad y los secretos de aquel pasadizo, con las historias bellas de Garance, con el romántico aroma de la pipa de Jean Claude, allí en aquella enorme casa de hiedra, bajo un tejado de pizarra, allí mirando de lejos los Pirineos. Gracias amigos.