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sábado, 27 de octubre de 2012

Locura.



“¿Qué autor no cree en sus fantasías?
¿Qué persona no manifiesta algo distinto de lo que quería decir,
 expresando de forma distorsionada una parte de lo que bulle su cabeza,
o un deseo inconsciente?
(Ricardo Cristóbal. Prologando a Leopoldo María Panero en “Aviso a los civilizados”.1990)



   
  Tócala en un zapato, en un columpio, en tu sombra, en tu emancipación, o con la lengua en una merecida tarde de placer.
Búscala en tu violeta, en mi rojo, en la emanación de vaho después de un merecido baño, en la chiflada fantasía prohibida que acarician tus reprimidos sueños o en las utopías e inquietudes.
Valórala en la sonrisa de unos ojos, en el arte, en las pueriles risas de un parque, en la solidaridad, en la amplia felicidad que pían los pájaros libres, en el sonido del silencio, en la piel con la piel o en la grata ausencia que te brinda la tranquilidad de un monte.
Siéntela cuando llora el cielo que te moja, cuando te observa la Luna, cuando de ti se despide el Sol o en la huida de ambas, en la percusión de una sístole y diástole; por la distancia de unos corazones, en el kaixo y agur, en un beso y en el afectivo cordón umbilical que te une a ellos.

Pero no la busques en hijosdelagranputa, ni tampoco en retorcidas arpías, ni en los robavidas dueños del mundo ni en las jodidas reglas que nos venden como normalidad, ni en los ojos vendados ante el mundo que sufre…
                      …ni en los vacíos infinitos de las cartas sin destino.




domingo, 21 de octubre de 2012

El Códice Biológico Del Conocimiento.(Para Imilce)




“Esto es una danza,
como los niños sin reglas del Señor de las moscas,
pero sin matanzas.
Aún no estamos lo suficientemente locos,
quizá cuando nuestro avión se auto destruya en una isla perdida.
Y por fin seamos dueños de nuestra autonomía,
en autarquía.
Matándonos con un AK47 cargado sólo de dulzura”.
(Imilce. “Mil cosas tengo, menos un título”)

        Ni corto ni perezoso se dirigió a la Universidad de Nafarroa para tratar de decodificar el secreto de la evolución y allí, durante muchos años, envejeció entre libros y la música de los “The Smiths”.
Fue un ratón de biblioteca, de esos que roen tratados con sabor a queso; entre bocado y bocado, nutriéndose de Biología, comprendió la Botánica, la Citología y hasta alcanzó a descubrir, sin comprender, lo escondido de la Evolución. Pero eso no era suficiente para él. Desobedeció pactos adentrándose en las áreas prohibidas; pasillos de los que nadie había imaginado su existencia. Allí dentro, conoció a Imilce.
Imilce, una creadora de letras que moldea a su antojo y con destreza sobre el papel mil y un sucedidos, la chica que los días de agua y sol pinta el arcoíris en irritadas comunidades de vecinos. Allí estaba ella, la que hizo el amor con el asesino de un Dios. La atea, que desposeída de toda imperfección rendía cuentas, desde su retiro, con la Santa sociedad. Sentada ante una gran mesa de cajones del siglo XVIII, entre libros y antiguos manuscritos, diseccionando diferentes textos.
Seis eran las velas del candelabro de plata que levemente, iluminaban la diminuta sala sin ventanas, en la que los ronroneos de un gato persa que yacía encima de un viejo sofá isabelino, daban un aire acogedor a aquella apagada estancia.

(Ella)- ¿Qué vienes buscando aquí?
Murmuró Imilce sin levantar la vista y con impasible ademán.
(Él)- Vengo en busca de la comodidad que proporciona el conocimiento.
Un manotazo de ella sobre aquella antigua mesa hizo sobresaltar la evidente modestia con la que mi amigo se había presentado en aquel sórdido cuchitril donde se respiraba sabiduría.
(Ella)- ¡Rechaza eso! Sabes realmente que lo que estás buscando no es comodidad sino el Bien Supremo. La búsqueda de placer, las Teorías Cirenaicas eso es lo que ambicionas. ¿No es cierto?
(El)- ¿Qué tratas de insinuar? No sufro de egoísmo. Busco el sentido de la Realidad.Qué puedes enseñarme sobre Metafísica.
(Ella)- La exaltación extrema de los sentimientos y pasiones no te la va a proporcionar el conocimiento. Debes entenderlo.
(El)- Te equivocas, no es la filosofía epicúrea del conocimiento lo que me ha traído hasta aquí sino más bien el fruto de la actividad de mi cerebro. Éste necesita completar un espacio con la esencia Metafísica. ¿La tienes?
(Ella)-¿Qué es lo tuyo? ¿Onanismo, tal vez?
Imilce rechazó continuar en el juego oral. Abriendo uno de los cajones de su mesa sacó de él tres probetas, ofreciendo a mi amigo la posibilidad del conocimiento ecuménico;
(Ella)- Cada cual un camino, cada camino una limitación y cada limitación una ventaja. Ahora la elección depende de ti, solo de ti.  

No había decidido qué camino tomar, el de piedras se presentaba para él, sin distinción, como algo vulgar, pues lo había mamado desde pequeño. En cambio, el camino de agua mostraba una acogedora pero efímera paz;  la misma que vivió Virginia Wolf dejándose llevar por las aguas del rio Ouse con los bolsillos llenos de piedras. La vereda de las sombras, el camino de en medio, se le antojaba grande pero no era un embarazoso dilema decantarse por uno o por otro, así que eligió éste último y pasó de las otras dos probetas.
Ahora es mi amigo quien vive apartado de la sociedad, la búsqueda de la esencia metafísica  nunca lo perdonó. Quizás no supo limitar su exceso. Su cerebro fue modificado neuroquímicamente desde el día que osó ir más allá, buscar la esencia de la materia, del pensamiento, traspasando los pasillos secretos de aquella Universidad.

Recuerdo siempre las palabras de mi amigo; “El problema vasco es que en Euskadi no se folla, masturbarse está bien pero follando conoces gente”. Ese sería su legado.
Antes de su retiro, creyó vivir en la Grecia del 304 (ac) cual negado discípulo de Sócrates.
Siendo calificado por la población vasca como uno de los mejores catadores de bonguis de Orbaitzeta, donde desarrolló un entendimiento más profundo de la nunca exacta Biología. Asiduo lector de Lynn Margulis y Stephen Jay, reconoció haber llorado tras la muerte de Chanquete y en el último capitulo de Verano Azul.
Que el subsuelo te sea leve amigo, pienso mientras leo entretenidamente “Mil Cosas Tengo, Menos Un Título” escrito años atrás por la Gran Imilce cuyas letras siguen decorando las paredes del subsuelo, los pasadizos secretos y antesalas que muy pocos hemos traspasado.

martes, 16 de octubre de 2012

El Milenio Que Aprenda A Escribir, Me Haré Autista (En Tu Cuerpo Desnudo).




“Desde el tiempo de mi niñez, no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no puedo sacar
mis pasiones desde una común primavera.”
(“Solo”. Edgar Allan Poe, 1809-1849)

Soy un cafre.
Siempre me he visto limitado en el lenguaje, tanto oral, corporal, mímico, como escrito. Vamos, en todas sus formas ando verde como si de una docena de pimientos se tratara. Por eso, cuando escribo, dudo si llego a comunicar a mis queridísim@s lector@s, algo de lo que siento o pienso.
   Mis colores son números, por eso mi rojo siempre es el cinco, mi verde es el seis, tu azul del mar es el siete, el de los cielos el veinticuatro y el de los ojos, ya lo dijo el poeta Pablo; esos ojos que volverían Comunista a aznar, -en minúscula, pues el del bigote no merece mayor respeto-, ese es el sesenta y nueve, ardiente número donde los haya, que perpetúa compartidos deseos entre fuentes de placer.
Hoy tragué mis palabras tras leer un matinal periódico, para defecar éstas en ocre sobre un puto papel. A cualquier cosa lo llaman periodismo, qué conmovedores y necios son.
Pero que pijos de corbata y Visa se despreocupen por la que está cayendo, es algo sumamente insignificante para mí, ya que dependen de ello, diferentes factores; educativos, éticos, morales…  y yo, soy un proletario que no se calla. Aunque escriba y luego tire o regale lo hallado.
Ya no llueve, tregua unilateral meteorológica. Cierro el periódico y sin paraguas ni salvavidas, vuelvo para casa y en mi caminar, imagino los versos más tristes de Neruda anclados en los tejados, convertidos en estalactitas de esas que parecen aguardar -al filo de las tejas- el paso de cualquier ser, propicio íntegramente, a ser atravesado por mil quinientas treinta de ellas a la vez.
Una, dos, tres, cincuenta y seis… Y así hasta el azul cielo.
Cansado de mirarlas como, con justicia, caen; hoy no escribiré nada.
Tiraré en aquella papelera mis impresiones matinales pero abriré el plano de tu cuerpo desnudo y trazaré en él con mis dedos, calles que me lleven hasta tu corazón, calles por las que divagan flores sin hojas y caducas hojas sin hache.
Allí sobre tu piel, sin ortografía, sintaxis, prosodia, ni morfología, silbará el viento y entre gemidos, sábanas y risas; brotará la lluvia de nuestros poros para mojarnos con ternura, apagando tu fuego con mi lengua y borrando mis labios con los tuyos.
Y cuando aprenda a escribir; te prometo mi chica, que me haré autista.   

lunes, 8 de octubre de 2012

Micología Con Emily Elizabeth Dickinson.


"En mi libreta apunto: ¿Quién es Emily? Biógrafa de nuestro pensamiento, filósofa de nuestras sensaciones. La voz de una persona anónima (el éxito le llegó después de muerta), que escribe para salvar su vida y un poco la de todos." (Nuria Amat).




“Escucha el balanceo de las hojas que caen,
Escucha el lamento del amante.
¿Es que no entiendes el mensaje
de la marea, la brisa y el ave?”
(“El Secreto”. Emily Dickinson. 1830-1886.) 


 El instante
es el Ya
la homeostasis que deambula
entre estos árboles,
la que aviva
o marchita los sueños
que en mal noche me robaste.
Tú, funámbula virtuosa,
creadora  de letras
en el humilde silencio
de tu oscuro retiro.
Leyéndote y devorándote
convertí épocas en segundos,
la cordura de una encrucijada
lo llamé.
Ahora Emily, te la devuelvo;
por tejados colmados de estrellas,
estas que tú jamás verás...
                              …porque buscando ternura en tus ojos;
                                                          aprendí, en tus libros,
                                                   a vencer siempre al tiempo.